El coladero de la calle de Xàtiva
Hermoso de Mendoza, Sebastián Castella y José María Manzanares se reparten seis orejas y salen por la puerta grande - El público cubrió tres cuartas partes del aforo de la plaza de toros y se mostró muy festivo y generoso
Si el festejo del pasado viernes tenía como línea argumental la del arte, y el de esta tarde el del torismo con la lidia de los astados de Eduardo Miura, no era fácil tratar de encontrarle un sentido, en cuanto a su contenido, a la corrida que se celebró ayer en la plaza de toros de Valencia. Un mal llamado festejo mixto, con la presencia de un rejoneador y dos toreros sin ningún punto de conexión o antagonismo que justificase un enfrentamiento entre ellos.
A pesar de ello, la plaza registró una entrada muy superior a la del día anterior, y de un público que se mostró tremendamente dispuesto a pasarlo bien y apoyar a los lidiadores. Aunque una cosa sea el ambiente festivo y el estar a favor de obra, y otra el desideratum que se montó en la plaza. Sobre todo cuando se desató la locura tras estoquear Manzanares al tercero de la tarde, para el que se pidió el indulto. Lo cierto es que el coladero de la calle de Xàtiva, que títuló en su día Joaquín Vidal, pasados los años lo sigue siendo. Incluida una claque que se dejó sentir toda la tarde desde la segunda naya. !Qué lujo de público para los toreros. Y para los ganaderos!El toro de Fermín Bohórquez que abrió plaza tuvo tanta nobleza como calidad en sus embestidas. Pastueño y apagado, dejó que su matador pisase con sus cabalgaduras terrenos inverosímiles. El castaño segundo recibió dos refilonazos en varas y, con fondo aunque claudicante y quedándose corto, no tuvo ninguna emoción. Salió abanto el terciado tercero, que derribó en varas. Tuvo tanta clase como bravura y son en sus repetidoras embestidas, y la gente le pidió un sorprendente indulto. Fue bueno, pero no para eso. Noble y colaborador el cuarto, celoso y repetidor el quinto. Y el castaño cierraplaza perdió las manos en el caballo y, muy aplomado, se paró pronto.
Pablo Hermoso de Mendoza, de quien el viernes se presentó una documentada biografía a cargo de la peña que tiene en Valencia, volvió hacer gala de su maestría. Le ha cogido el gusto a actuar en estos festejos y no alternando con sus compañeros de escalafón. Anduvo sobrado, templado y suficiente ante su colaborador primero, frente al que lució a lomos de Berlín, Viriato y Pirata. Y también su segundo le dejó estar a gusto y mostrar su extraordinario poder y suficiencia, sobre todo a lomos de Disparate y Pirata.
Sebastián Castella muleteó tesonero en el platillo a su primero, en una labor planteada en las distancias cortas, que tuvo muy escaso relieve. Y también realizó la faena en el platillo, con la misma receta de disposición y cercanía de terrenos ante el quinto, al que muleteó con tanta firmeza como asentamiento de plantas en un trasteo vistoso y emotivo.
En cuanto José María Manzanares, quien sigue luciendo su terno negro y azabache a lo largo de toda la temporada, tal como hiciera Joselito cuando murió su madre, muleteó con tanto empaque como apostura y expresión a su excelente primero, en un trabajo de extraordinaria puesta en escena y expresión, aunque falto de ajuste y que remató de una sensacional estocada. Con todo, se desataron las pasiones y el presidente, a petición del generoso público, premió con exagerada largueza a torero y toro. Y saludó con una larga al sexto, un ejemplar luego no le dio opciones en la muleta.
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